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CNT nº 402 – Julio 2013

Hace ya tiempo que debieramos tener una ley de aborto que respete la libre decisión de las mujeres, que las permita elegir el rumbo de sus vidas y tener el control de sus cuerpos. Lamentablemente no es así y legalmente se impondrán, en breve, mayores restricciones al aborto.

Como no podía ser menos en este país -gobernado “ayer” por una izquierda hipócrita y de escaparate y “hoy” por una derecha rancia y recalcitrante-, hasta el aborto quieren que sea cosa de hombres. Y tiene sentido en sus esquemas de poder, porque la vida de las mujeres, para ellos, debería ser cosa de hombres, igual que en los tiempos del generalísimo, tratadas como irresponsables y en permanente minoría de edad. Deben añorar otros tiempos los políticos de hoy, cuando son capaces de hacer declaraciones públicas –Javier Arenas- diciendo que la mujer debería estar en casa cuidando de los hijos, o hacernos creer que el mayor índice de abortos se concentra en mujeres que trabajan, “abortan más las asalariadas que las paradas”, dijo textualmente la diputada del PP Beatriz Escudero. ¿Acaso quieren que la mujer deje de trabajar para reducir las tasas de aborto? ¿Será éste también su plan estrella para terminar con los altos índices de paro?

El control que pretenden imponer sobre la decisión de la mujer, sobre sus cuerpos y vida, es una forma de dominación específica, ejercida directamente sobre la mitad de la población, pero que impacta de lleno en el desarrollo de la vida sexual no solo de la mujer sino también de la persona que se relaciona sexualmente y/o afectivamente con ella. Está claro que no interesa que las personas desarrollemos una vida sexual sana, sin trabas, sin dominaciones ni controles. Y ello lo demuestra el total desinterés por todo lo relacionado con la prevención del embarazo y la escasa y mala educación sexual que los niños y niñas y adolescentes reciben. Se cierran centros de planificación familiar, métodos anticonceptivos dejan de ser cubiertos por la seguridad social, etc. En estos temas se debería incidir si realmente les preocupase reducir el número de abortos. Poner al alcance de todos y todas los medios anticonceptivos que mejor se adapten a cada persona es básico para evitar embarazos no deseados.

Si esto fuera así viviríamos en un mundo un poco mejor y más libre. Un mundo diferente al que gobernantes y capitalismo, junto con iglesias y religiones, temen mucho. Siempre han querido controlar nuestros cuerpos, nuestra sexualidad y las consecuencias de su libre desarrollo. Sexo, embarazos, casamientos, tipo de familia, monogamia, heterosexualidad, trabajo… ha sido conducido o impuesto por quienes ostentan el poder. Todo lo han metido en una caja estrecha, aprisionado como antaño lo eran sistemáticamente los pies de las chinas, retorcidos, pequeños y no desarrollados, para imponernos la deformidad y su modelo de control. Quizás la revolución social, la revolución económica, no pueda empezar sin que antes hayamos abordado primero la revolución sexual y a partir de ella poder plantear otras relaciones sociales, laborales, familiares… basadas en principios de igualdad y libertad.

Perseguir y penar el aborto va implicar, además de un grave retroceso social, un gran riesgo para la vida de las mujeres. Pues se seguirá abortando. Quien tenga dinero lo hará en el extranjero y quien no pueda costearse el viaje lo hará aquí, pero en condiciones inseguras y con grave riesgo. Volver al aborto clandestino será muy peligroso para la salud y vida de la mujer que ha decidido abortar. La decisión de abortar corresponde a la mujer, pero el aborto es asunto de todos y todas por las implicaciones que tiene.

Mientras que el aborto no sea libre y gratuito, las diferentes leyes que los legisladores “impongan” no serán más que una muestra de la “dominación y control” específica que se ejerce sobre la mujer. Hasta entonces debemos oponernos a estas legislaciones opresoras y trabajar desde el mundo libertario, con todos los medios a nuestro alcance, para que de verdad, hombres y mujeres, podamos llevar a cabo una verdadera revolución sexual, siendo dueños y dueñas de nuestros cuerpos, tomando nuestras propias decisiones. Una libertad fundamental, básica. Una revolución, la sexual, imprescindible y necesaria, que deberá acompañarnos en la revolución social que deseamos.

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